sábado, febrero 26, 2011

Crónica, Un Año Después


Hace un año yo estaba viviendo en París. Como todas las mañanas me levanté, imagino que fui al baño, puse agua para tomar desayuno, abrí el computador e intenté abrir páginas de diarios chilenos. Ninguna funcionó. Entré a FCBK y una amiga había publicado un link de la BBC que decía "Earthquake in Chili" y un signo :(
Mi amiga vive en Londres, por tanto dije "bueno, qué tan cierta es la info, estos gringos le ponen color a veces, y en Chile pasa temblando". Leí, visité otros portales de noticias y corroboré la info: 8,8 richter. Carajo. Parece que era grave.
Al instante pude comunicarme por skype con mi familia en Chile. Todos estaban bien. Mi mamá asustada me decía que todo estaba bien. Que mi hermana, con cuatro meses de embarazo, estaba un poco nerviosa, pero que la casa y todos (incluyendo mi hermano que estaba en el sur), estaban bien.
Me pasé todo el fin de semana viendo y oyendo noticias sobre Chile. Comenzó a darme angustia, tristeza, nostalgia. Todas esas cosas que vienen cuando se está lejos. Todavía tenía el dolor grande de no haber podido votar como chilena ciudadana que soy. Dolor redoblado por ver que un personaje como Piñera, figuraba como presidente electo de mi país. Cuando la angustia llegó al llanto, por ver reportajes espantosos en zonas como Dichato, Iloca o Duao, consideré que era hora de salir y cortar la transmisión vía internet. En Paris era invierno, afuera caía nieve, mi pareja estaba de viaje en España, y yo viendo tal nivel de desastre, era multiplicar el terremoto en mi interior exponencialmente.
En Francia eran las vacaciones de invierno, por lo que el lunes siguiente al terremoto, yo visitaría a esta misma amiga que publicó la nota de la BBC, en Londres por una semana. Cuando llegué, era el momento de la Teletón que se hizo para ayudar a los damnificados. Me encontré que ella tenía la misma angustia que tuve mirando por internet las noticias. La misma que encontré en otras amigas chilenas de Paris cuando nos juntamos allá.
El lunes, antes de partir a Londres, asistí a clases en la Universidad. Al leer el diario gratuito del metro vi en los titulares sobre el terremoto en Chile. Una nota a página completa que me hizo llorar la mitad del viaje. Llegando a clases el profesor, Nicolás Philibert, me preguntó si todo estaba bien en mi familia. Lloré de nuevo.
Tenía la rara, tonta y extraña sensación que estaba traicionando a todos por estar en Paris. Aunque mi familia estuviera bien, aunque todas las personas que conozco sólo tuvieron daños menores. Aunque no fuera culpa de nadie que terremoteara, y que yo estuviera al otro lado del Atlántico.
Recordé el dolor de tanto exiliado chileno, que vio cómo su país se terremoteó humana, política, económica y moralmente, durante 17 años. Lo mío era una astilla al lado de eso.
Eso hacía yo el 27F del 2010. De regreso a SCL, he podido darme cuenta, que no hay carrete o junta en que no se termine hablando de qué estabas haciendo para ese momento.
Ahora estoy en Chile, y he visto cómo la reconstrucción ha sido más un plan de marketing y pelea política, que un proyecto país en serio. Me causa pena y rabia pensar que las instituciones comerciales y bancarias fueron más protegidas, que esa familia a la cual se le derrumbó el condominio, y tendrá que seguir pagando dividendos por 25 años más.
Tengo la sensación que el terremoto abrió las grietas, para dejar entrever lo mal que lo estamos haciendo como sociedad. Y estoy segura de las buenas intenciones de muchos. Pero convengamos que la reciente defensa corporativa a JVR, no hace más que delatar que se ha intentado estucar una grieta profunda, que no resiste ni el más mínimo movimiento telúrico.

martes, febrero 22, 2011

De Abusos y Abusadores

Mi vieja trabajó casi veinte años en un banco. Un banco que era de capitales chilenos (descendientes árabes), y que con los años pasó a ser una transaccional española. El año pasado la despidieron, aduciendo, por supuesto, que el error había sido de ella, y que por tanto le ofrecían dos opciones: renunciar, o acogerse a un despido con causal "falta en las obligaciones del trabajador". Cero opción de su merecida indemnización. Estos veinte años, se sacó la cresta por hacer bien la pega, se enfermó, se angustió y agachó el moño cuando por participar en una huelga, la enviaron castigada a una sucursal en Maipú (muy, muy lejos de nuestra casa). Todo eso lo vi mientras crecí, y la vi sacarse la mugre por hacer bien el trabajo, perfeccionarse y recibir el sueldo que nos permitió a sus hijos estudiar y tener una profesión.

Me contó que se ha encontrado con compañeros de su antiguo trabajo en el banco. Una está con afasia por estrés. Otro venía saliendo de la clínica por un infarto; provocado seguramente por un estilo de vida nada saludable, ni apacible. La escucho y le duele que la hayan despedido; y de esa forma. A quién no. A nadie le gusta que lo despidan de su trabajo. Pero también siento en sus palabras el alivio de salirse de esa máquina de moler carne.

Hace unos días Tomás Mosciatti, en su comentario en CNN, habló de la cantidad de abusos y abusadores que existen actualmente en nuestra sociedad, en nuestro país. Esto a propósito de la decisión del tribunal eclesiástico de declarar culpable de abusos sexuales a Karadima. Y lo vi linkeado en fcbk y re-retuiteado hartas veces. Todos estamos hartos de esto. De que las AFP jueguen con nuestra plata, sin saber nada. Que nos suban el plan de Isapre en un porcentaje indecente. Que una intendenta mienta descaradamente, para luego hacer como si nada hubiera pasado. De estudiar carreras caras, para ganar un sueldo ridículamente bajo. Mosciatti, tiene toda la razón: este sistema es imposible de soportar.

En Egipto, Libia, Marruecos, y los países de esa zona que nos parece tan lejana, están cayendo dictaduras que llevan décadas. ¿Cuánto nos falta a nosotros para desafiar esta República que sólo puede llamarse Democracia, porque tenemos derecho de asistir a una urna? Porque me perdonarán, pero una sociedad donde cruzas los dedos para que tu hijo no enferme, porque no tendrás dinero para que se atienda, de Democracia; nada.

Mi mamá encontró un nuevo trabajo (una vuelta de mano, considerando que supera los cincuenta años). Gana la mitad. Pero la veo más tranquila.

No tengo conclusión para cerrar este post. Porque no es posible visualizarla. Porque tal vez no alcance a ser nuestra generación la que pueda ver caer las torres del exitismo y la avaricia. Pero no está lejos creo. Citando a Eric Hobsbawm: es el precio porque nos tocó vivir una época interesante…