miércoles, septiembre 25, 2013

La Patria son los Amigos





Hacer amigos
Despedirse
O no despedirse nunca
Abrazarse todo el tiempo
Lejos, cerca
En el terreno que no es ninguna parte

Porque el país es la lengua que se habla
Dicen unos.
Pero yo sigo diciendo, que la patria,
son los amigos.

miércoles, septiembre 11, 2013

Sí señor, señora, yo no viví el Golpe de Estado de 1973



Nací en 1982. Plena crisis económica, producto de la debacle neoliberal instaurada a sangre y fuego por la dictadura militar.  Que muy militar fue, pero fue apoyada, sostenida, ideada y financiada por civiles que aún se pasean por los pasillos del Congreso de nuestro lejano país.
Soy de una generación que nació en un régimen que creía normal. Que no encontraba raro que el Presidente usara uniforme, donde la televisión era la forma de entretención para la gran mayoría, que debió quitarse a la fuerza el hábito de utilizar demasiado el espacio público.  Pero todo eso no nos parecía raro.  Porque éramos niños, y así había sido el mundo siempre. 
Pero un día crecimos.  Y nos fuimos enterando de lo que iba pasando.  Que mis tíos y primos vivían fuera de Chile hace años, no porque lo decidieran planificadamente como un mejor porvenir.  Que cuando vino el plebiscito, habían fundadas razones por las que la campaña del arcoiris hacía llorar a mis tías, y la chasquilla de Buchi figuraba por todas partes en la casa de otros tíos.
Soy de la generación que cuando se fue enterando que los bombazos a medianoche, los titulares en letras negras, la sobre-utilización de la frase “enfrentamiento con terroristas” y el miedo visceral a la policía, no era normal.  Y en tanto que nos fuimos enterando de algunas verdades, nunca, pero nunca faltó el par, la amiga de la amiga, o el tío que no es tío, que te dice “Usted no opine sobre eso, que ni siquiera había nacido”.
Bueno.  A todos aquellos que un día nos dijeron eso, hoy puedo decirles, que el golpe de Estado en Chile fue hace cuarenta años, y yo tengo 31.  Eso quiere decir que me he pasado 31 años de mi vida viviendo un Golpe.  Y que a nosotros, los de mi generación, también nos tocó la peor de las partes.  Vivir un duelo de una masacre que llevamos en el inconsciente, clavada en la memoria silenciosa de las madres que nos amamantaron con miedo, de las profesoras que nos educaron omitiendo verdades, de las mujeres que marcharon sin descanso, buscando sus parientes asesinados y sus cuerpos desaparecidos.  Como si esto fuera poco, por añadidura, nos tocó hacernos cargo de aprender lo que era una Democracia.  Aprender valores de la República, sin confundirnos con los actos cívicos de los días lunes, que llevaban la foto de Pinochet enfrente.  Nos tocó sacudirnos el miedo, la ignorancia, el hambre y la miseria que vino después que los cañones se enfriaron, el balcón fue reconstruido, y la junta se vistió de civil, para sacarse el estigma de los lentes oscuros.
Y no nos quejamos de víctimas.  Porque nuestra generación asumió la tarea con orgullo.  Respirando y contando hasta mil, para no caer en una discusión polar, ciega y bruta, que nos llevara de nuevo a lo mismo.  Por eso volvieron a llenarse las calles de gente.  Por eso los estudiantes salieron a marchar con sus padres, abuelos y profesores.  Porque a los que no nos tocó vivir el golpe, nos tocó nacer, crecer, educarnos, y sobrevivir en el país que ellos intentaron refundar.
Lo que se les olvidó a ellos, es que por más que pase el tiempo, el muerto siempre llega a la orilla.  Tarde o temprano, el niño crece y se da cuenta que toda esa infancia estuvo atravesada por el egoísmo y la falta de criterio de unos pocos.  Y eso se combate sabiendo, aprendiendo, haciéndose cargo de una historia que todos y todas necesitamos, merecemos y debemos saber.  Una historia que les contaré a mis hijos cuando sea el momento.  Porque esa historia también es suya.  Porque los procesos no son espontáneos.  Y mis hijos y sobrinos podrán estar orgullosos al decir que aunque su tía o madre nació después del 73, fue parte de la generación que debió hacerse cargo de tomar la pena de sus padres, de sus abuelos, y convertirla en esperanza, en lucha por reconstruir, lo que un día se intentó borrar de un golpe, con un Golpe.