domingo, septiembre 06, 2015

Milena

Milena –coincidimos todos quienes la conocimos- era muy especial. Abrazaba cactus, esos que nadie quiere tocar por miedo; irradiaba una luz que no es muy común encontrar. Fumó sin parar muchos años. Debe ser que debía equilibrar la sensibilidad extrema de una persona como ella, con la cantidad de durezas con las que hay que lidiar día a día en este mundo.  Milena se movía por amor. Por amor a la vida, a sus compañeros, a la música, a la realización de proyectos conjuntos. Y no había que conocerla mucho para saberlo.  No fui amiga íntima de Milena. La vida nos cruzó unas veces. Es por eso que no puedo siquiera imaginar el vacío que deja en sus más cercanos. Porque hoy cuando me enteré de su partida definitiva, me saltaron sin control las lágrimas. Y me pregunté por qué. Y revisé los correos que intercambiamos alguna vez para hacer unos vídeos que finalmente nunca llegamos a hacer. En su último correo me decía “No era el momento, ya haremos cosas hermosas, disfruta mucho París”.
Lo que sembró Milena germinó. En el alma de quienes se cruzaron con ella: amigos, cercanos, las decenas de músicos –entre ellos mi hermano- que recibieron su apoyo para seguir en el camino pedregoso que es dedicarse al arte.
Le pregunté a mi hermano por sus restos, siento una profunda necesidad de despedirme de ella, de decirle que la acompaño en este tránsito donde al fin descansará en paz después de una larga enfermedad. Pero mi hermano no sabe. Entonces le digo que prenderé una vela y pondré flores en su nombre.  Ella las recibirá donde esté. Porque así fue Milena, una luz que hoy sigue siendo parte del aire.
Ya nos encontraremos un día querida Milena. Para hacer cosas hermosas como tú me dijiste. Como todas las que tú hiciste en este paso por la tierra, haciendo de ella un mejor lugar para los que te rodearon ¡Bon voyage!