sábado, abril 24, 2010

Latino: Ser o No Ser, he ahí la cuestión.

Lo que voy a decir no es nada nuevo. Desde que Cristóbal Colón llegó a la que siempre creyó las Indias, se supo que en nuestro continente la cosa era más movida. Más sabrosona. Más picante si quiere Ud.
El cine ha sido un gran promotor de este cliché: el (obrero, panadero, jardinero) latinlover, o la (nana, mesera, secretaria) latina hot. Holywood ha hecho un flaco favor a la imagen del hispanoparlante picarón. Pero como todo cliché, algo de cierto tiene, y algo de exageración también.
En contraparte, existe el prejuicio_mito_cliché del europeo fome. Cuadrado, latero, blancucho, tieso y malo para el mueve_mueve. Excepciones se cuentan, claro, entre europeos latinos: españoles, italianos, portugueses salvan moviendo la patita o siendo más calurosos en sus contactos personales diarios.
Recuerdo mis primeras clases de geografía en la Universidad. La profesora se negaba rotundamente a las teorías positivistas que avalaban el determinismo geográfico. Esto es en dos palabras: los tropicales y bananeros trabajan para la subsistencia porque el calor no te permite otra cosa; los europeos de países fríos se sobrecalientan la cabeza porque no tienen un clima que les permita estar en la playa vegetando. Entonces se ponen a leer, a hacer teorías y a hacerse nudos teóricos en la cabeza. Entonces como yo fui a la universidad a aprender, le compré el asunto completo. Digamos fervientemente ¡no! al determinismo geográfico y sus teorías reduccionistas.
El entusiasmo me duró hasta que crucé el trópico de capricornio y el ecuador en dirección norte. De qué estamos hablando por favor. ¿Qué duda cabe que los habitantes de ciudades andinas con grandes alturas son ultra tranquilos? ¿Es que acaso con menos oxígeno en el cerebro eres igual??
¿Es que alguien puede imaginar que despertar con 28°C a las siete de la mañana es igual que mirar por la ventana y ver oscuridad y nieve? Me hice una determinista geográfica, para el poco orgullo de mi profesora llamada Gloria. Su entusiasmo anti-determinista, no tuvo gloria en mí.

Hoy, llevo casi ocho meses viviendo en Europa. Me pasé el fin del otoño y uno de los peores inviernos que recuerdan los Parisinos en su ciudad (siempre el último es el peor según me he podido dar cuenta). Y yo, que soy una declarada una religiosa de la cultura tropical y bananera, he sufrido como un chancho.
Concordemos que soy chilena. Y que Chile no es un país tropical. Es más, concordemos que cualquier atisbo tropical en Chile (entiéndase música, lentejuela, o exceso a lo Farkas), resulta ser una rotería. Pero una vez escuché a Pato Fernández decir que cualquier persona que haya salido del continente y se haya encontrado con otro latino, las cosas comunes nacen sin mediar segundos. Le encontré toda la razón. La semana pasada me vi en una reunión_carrete junto a una colombiana, una mexicana, un peruano y una española hablando como vecinos que somos. No había ni que traducir mucho. Y pusimos salsa. Y todos, algunos mejor, otros peor, bailamos sin mayor dificultad.
A mí me encantó ver a Américo este último festival (lo vi por youtube mientras afuera de mi ventana caía la nieve). Y no cabe duda de que escuchar una canción de cualquier artista tropical te sube el ánimo y te deja en un nivel de optimismo mayor que si escuchas alguna chanson de cuatro notas bostezona. Ya. Si sé. Europa tiene lo suyo.
La historia, las ciudades, también la gente. La vanguardia que se respira en ciudades como Londres o Berlín, no son comparables a ciudades donde el agua es cristalina y puedes andar a pata pelada todo el día y toda la noche. No son comparables porque son amores distintos. Y resulta de lo más curioso que una saliendo de su país vaya descubriendo cada vez más lo chilena y lo latina que te sientes. Porque el contraste revela el holograma que somos. Y yo no puedo decir otra cosa que por una parte nací en una tierra más fría que el resto de mi continente. Pero que por otra, viendo una mala película de JLO haciendo de nana latina, me siento mucho más identificada con ella que con el patrón intelectual que Chile siempre ha querido ser. Y esa negación de la latinidad que existe en muchos sectores de Chile, junto al desconocimiento de la existencia de otras culturas tropicales (mucho más parecidas a nosotros que la europea) me parece no sólo sospechosa, sino también poco ventajosa para definir en buena forma nuestra retocada identidad.

2 comentarios:

LB Valdés dijo...

me reí montones leyendo esto!, y si que es cierto... uno sale y chuta que se siente latino, se encuentra con un centro americano y bailas como trompo mientra en Chile hiciste un no a dicha música.

O incluso cuando te encuentras con un vecino más cercano, como un peruano, y comienzas a preguntarte porque cresta hay tanta rivalidad entre uno y otro (cuando a veces en el país es casi obvio) siendo que puedes reir a carcajadas o compartir buenas salidas... porqué será que el "extrangero"(entiendase lugar) te da eso.

un abrazo

Anónimo dijo...

Tu texto me hace recordar un evento al que fui (por el terremoto en Chile), donde los asistentes eran chilenos y otros inmigrantes latinoammericanos; La mayoría personas que viven aquí hace muchos años.

Es increible como el baile y el lenguage son puntos de conexion que te hacen sentir en casa y como, estando lejos de tu país, te sientes conmovido con cliches latinos que habrías renegado antes.

Es lo que en inglés se llama 'homecoming acts', el deseo de formar hogar a la distancia, con pequeñas rutinas y actividades que te transportan en espacio y tiempo... un retorno simbólico :)

Escribi algo de eso para una revista... te lo voy a mandar.

Besos!
La Mona ;)