®Judith Silva |
El trópico tiene todo lo que no recomienda el doctor: exceso
de humedad, exceso de calor, exceso de mosquitos, flora y fauna desconocida,
exceso de sol, frituras, deshidratación y un largo etcétera.
Descubrí en carne propia este verano además, que revoluciona
el sistema hormonal femenino.
Sí. No sólo porque anden
algunos cuerpos esculturales por ahí a torso desnudo, o inflingiendo
movimientos pélvicos asombrosos en las discotheques locales. No. Toda la suma de factores tropicales descrita (y seguro que otros
más), sumados al jetlag del viajante temporal, puede ocasionar vaivenes
bastante asombrosos en su progesterona y estrógenos (a tener en cuenta señorita
soltera).
También, y sonrójese usted con la confesión, por mucho que
yo crea en el determinismo geográfico (tema ya tratado en este humilde blog),
debo decirle que sin aire acondicionado, toda esa maravilla que se desata en la
líbido tropical, corre el riesgo de perderse, cual futbolista de la costa
jugando en el altiplano. No hay
cuerpo extranjero que aguante el ejercicio sexual a esa humedad y temperaturas. Así es que por salud, procúrese al menos un ventilador.
Saliendo de este tema a veces no tan evidente, cuando usted
tenga la fortuna de visitar tierras tropicales, donde sea que estas se
encuentren, además de, por cierto, jamás olvidar el repelente, no olvide nunca su ritmo.
El ritmo tropical es otro. Nosotros, habitantes de clima mediterráneo, (sobretodo de
grandes capitales), queremos todo para ayer. Quince minutos de tardanza del plato en un restaurant, es
motivo de reclamo. En el trópico,
olvídese. Imagínese el pentagrama,
y recuerde la diferencia de la semicorchea y la blanca con punto. El trópico es la blanca con punto. A veces con matices lunares
ingrávidos. Una buena
recomendación por ejemplo, es llevar cartas (naipes), dominós o cualquier tipo
de entretención liviana mientras espera antes de desfallecer de hambre. Aún cuando no sea algo elaborado. El
tiempo de espera, no guarda relación a veces con la sofisticación.
Todas estas son recomendaciones bien obvias, pero siempre
necesarias: no busque lo que en otras partes abunda. Es como el consejo del buen viajero. Disfrute lo que hay. No se esmere en encontrar una librería
con artículos científicos de última generación. Tampoco se exaspere por la lentitud de Internet. Respire, bucee, coma pescado
fritangueado, acuérdese cuándo fue la última vez que se quedó mirando un mar
turquesa (modo cliché favorito de los catálogos turísticos). Cuándo fue la última vez que regateó en
un mercado oliente a especias. Y
cuándo fue la última vez que se bañó en un mar tan salado, que no se hizo
necesario aletear demasiado, para simplemente, flotar.
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