domingo, marzo 11, 2012

Rumba Improvisada


En mi radio-random favorita (www.fipradio.fr) apareció esta composición de Paco de Lucía. Y con la indescriptible rapidez del cerebro humano, viajé a más de veinte años atrás, cuando acompañaba a mi hermana mayor a sus clases de gimnasia rítmica, (supongo que a razón que mi madre no tenía con quién dejarme en esas horas). Mi hermana se había cambiado de colegio, y yo también, por lo que ya no hacíamos deporte juntas. La coreografía, repetida una, y otra, y mil veces, llevaba esta música. La cinta rosa, con estilete simulación madera, y la malla rosada y negra, me parecían perfectamente unidas al ensamblaje de cuerdas, bajo saturado y bongó que sonaba en los grandes parlantes del gimnasio del colegio.
Mi hermana debe haber tenido unos doce años y yo nueve. Estábamos todavía en una etapa en que, (quienes tienen hermanos de edades parecidas me comprenderán), éramos tratadas como una persona común. Mi mamá, primos y familia en general confundían nuestros nombres, nos vestían parecido (sino igual), y ambas usábamos anteojos. De esos pesados anteojos ochenteros nada confortables, menos a la hora del deporte.
Imagino - y creo recordar- que sentía la clara y obvia admiración de la hermana chica por la hermana grande. Compartíamos habitación, juegos, amigos, vacaciones, ropa, comida, peleas. Cuando caminábamos desde la casa hasta nuestro antiguo colegio para ir a clases de gimnasia rítmica, cantábamos siempre la misma canción, haciendo exactamente la misma coreografía. Ese afán repetitivo de la infancia y pre-adolescencia que pareciera cobrar sentido cuando eres adulto. Cuando eres niño eres capaz de ver cien veces la misma película, de repetir cien veces el mismo cuento. Tal vez sea para que luego, después de veinte o treinta años, no te olvides que fuiste niño y disfrutabas de esas simplezas como nadie.
Recuerdo el día de la presentación final de esa coreografía. Los días de graduaciones y presentaciones escolares, eran los más importantes de tu vida. Fiestas inolvidables en que todo debía salir perfecto. Donde las madres se maquillaban, se ponían sus mejores joyas, aparecían los padres con videograbadoras último modelo traídas, tal vez, de un viaje a la Argentina. Yo estaba igual de nerviosa que mi hermana, y repasaba mentalmente cada uno de los pasos, rogando que en el momento peak de la coreografía (el lanzamiento de la cinta al aire), ella la cogiera justo a tiempo, para que todo el esfuerzo de sus ensayos valiera la pena.

Evidentemente mi hermana y yo crecimos. Paulatinamente dejamos de vestirnos iguales, de comer lo mismo, la gente dejó de confundirnos los nombres. La formación del carácter y la necesidad de espacio hizo que no compartiéramos más habitación, y pronto tampoco la misma casa. Mis primeras y mayores inversiones fueron -y siguen siendo- en viajes diversos, hasta encontrarme donde estoy ahora. Ella invirtió siempre en tierra: su primer computador para diseñar, su trabajo, y ahora la linda familia que conforma con su novio y mi maravillosa sobrina.
Esta composición de Paco de Lucía aparece en el álbum Entre Dos Aguas (1976). Y ese nombre me hace tanto sentido ahora. Porque hoy estamos entre dos aguas. Tal como lo zigzaguean las uñas de De Lucía. Ambas enlazadas por cortos chats trasatlánticos.
Pero en el fondo, ella lleva una parte de mí y yo una parte de ella, que no se irán jamás. Porque desde la naturalidad siempre pensé que éramos una. Desde que usábamos la misma ropa, cuando nos preguntaban si éramos gemelas, hasta ese momento de la presentación final de gimnasia. Cuando aplaudí feliz al ver que tomó exitosamente el estilete desde el aire, para finalizar su coreografía.

1 comentario:

Nuria dijo...

Qué recuerdos de mi tierra...!!! Insuperable Paco de Lucía.