Hoy día desperté con la voz de mi hermana chica, que me decía “La Ana te dejó esta carta. Te la dejo aquí para que la leas”. Yo, entre el trasnoche, el carrete y la pena de enfrentar la despedida de mi querida Ana, opté por decirle “gracias”, darme la media vuelta y seguir durmiendo. Pero soñé que leía su carta, y en el sueño lloré desconsoladamente por esa pena que no quise enfrentar despierta (ayer cuando se fue, preferí no estar en casa).
Cuando abrí los ojos y vi su carta, en un sobre de papel cuadriculado, cerrada con tape, la abrí sin pensar mucho, porque sabía que de pensarlo, la pena me paralizaría de nuevo. Ahí estaba su letra, su caligrafía que llora la misma sensación de orfandad que yo. Les regalo a todos un pedazo de sus consejos:
“Es muy bueno estudiar, pero no olvides qué importante es tener una familia e hijos, y estar feliz por dentro”
La vista se me nubla con la trascripción. Estoy en un profundo duelo. Aunque prometí visitarla. Aunque prometió estar siempre ahí, y regalarme el viaje que tanto deseo si se gana el Loto.
Con mi hermana ayer entre copa y copa, tratábamos de consolarnos admitiendo que era un crecimiento para todos. “La balanza se centra un poco”, me decía auto convenciéndose. “Ella se hará más cargo de su vida, de su casa, de su familia, de sus sueños”. Nosotros debemos crecer ya, y hacernos cargo de toda esa cotidianeidad que la Ana nos suavizaba con su presencia.
Qué razón tuvo la Jimena a mediados de año cuando me dijo que este año debería dejar partir a personas muy queridas.
Con todos esos consuelos, yo sigo inconsolable. No es fácil dejar partir un regalo.
Cuando abrí los ojos y vi su carta, en un sobre de papel cuadriculado, cerrada con tape, la abrí sin pensar mucho, porque sabía que de pensarlo, la pena me paralizaría de nuevo. Ahí estaba su letra, su caligrafía que llora la misma sensación de orfandad que yo. Les regalo a todos un pedazo de sus consejos:
“Es muy bueno estudiar, pero no olvides qué importante es tener una familia e hijos, y estar feliz por dentro”
La vista se me nubla con la trascripción. Estoy en un profundo duelo. Aunque prometí visitarla. Aunque prometió estar siempre ahí, y regalarme el viaje que tanto deseo si se gana el Loto.
Con mi hermana ayer entre copa y copa, tratábamos de consolarnos admitiendo que era un crecimiento para todos. “La balanza se centra un poco”, me decía auto convenciéndose. “Ella se hará más cargo de su vida, de su casa, de su familia, de sus sueños”. Nosotros debemos crecer ya, y hacernos cargo de toda esa cotidianeidad que la Ana nos suavizaba con su presencia.
Qué razón tuvo la Jimena a mediados de año cuando me dijo que este año debería dejar partir a personas muy queridas.
Con todos esos consuelos, yo sigo inconsolable. No es fácil dejar partir un regalo.