martes, abril 22, 2008

Wait


El fin de semana recién pasado estuve en una viña en Curicó, en las grabaciones de una serie documental sobre vinos. No es la primera vez que visito una viña. He visitado otras, unas cinco o seis veces, ya sea por trabajo, estudios o vacaciones. Conozco medianamente el proceso de elaboración, y he visitado variadas cavas donde descansa el vino y otros licores, para obtener el producto deseado.

Sin embargo, esta vez me tocó profundamente el tema de la espera en la elaboración del vino Premium de la viña. Y no es casualidad. Me declaro una impaciente patológica, teniendo que aprender a la fuerza que aguardar, respirar hondo y tranquila, cocinar a fuego lento, no es un defecto proveniente de la pereza o la falta de acción, sino también de la sabiduría.

Aquellas barricas abrazan un futuro vino, en el cual se mezclan aromas, texturas, sabores, que serán embotellados un montón de meses después, y volverán a esperar su turno de salida un año más, antes de ser disfrutados. Sin esa espera, ese baile lento y silencioso en la oscuridad de la cava, no existe la excelencia.

¿Tan difícil es esperar?

¿Dejar que leude la masa, que repose el pan caliente, que el roble traspase su madera al vino, que fermente la fruta?

Al río nadie lo empuja leí una vez, cae solito, solo llega a rodear las paredes que lo contienen, sin que nadie le tenga que decir que debe correr para llegar primero.

¿Espera usted el siguiente tren en el metro? ¿O aunque no tenga ninguna urgencia pone el pie en el acelerador para llegar a toparse con un semáforo en rojo en la esquina?

¿Deja usted, amable lector(a), que los sabores, los aromas, el color de su vida, se mezclen para dar cuerpo a algo mucho más sabroso?

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