lunes, enero 14, 2008

Patricia Verdugo


Entrados los años noventa, cuando aún no comenzaba la enseñanza media, comencé a hacer revisión de los libros presentes en mi casa, y por extensión, los libros que encontraba en la biblioteca del colegio. Aparte de las novelas, tempranamente me interesé por libros de carácter político. Creo que el primero fue "El Caso Letelier", mi primer acercamiento periodístico al tema de violaciones a los DDHH en dictadura.
Muy pronto tapé de preguntas a mi mamá, quien muy cauta me respondía, pero yo tenía la sensación de que no me contaba cosas. Que había un silencio sospechoso en sus respuestas.
Cuando "Los Zarpazos del Puma" llegó a mis manos, entendí que tenía un mundo que conocer. Un mundo nada de bonito y lleno de heridas no atendidas. Terribles nombres como "La Caravana de la Muerte", llegaron a remecer mi propia historia, para acercarme a tanto acontecimiento que había ocurrido en este país mientras yo crecía jugando en mi pasaje sin salida en Santiago Centro.
Hace unos cuantos años atrás, me invitaron a los premios Altazor en el Teatro Municipal de Santiago. Ahí me encontré con Patricia Verdugo, a quien me acerqué sin dudar ni un segundo; le di un abrazo como si fuera una tía que no veía hace tiempo . Ella se sorprendió, y mi mamá, intentando explicar ese arrebato de cariño, le dijo "Es que mi hija ha leído casi todos sus libros, le interesa mucho los temas que Ud. ha tratado".
Para entonces Patricia ya tenía cáncer.
Parafraseando a Tito Noguera, digo que uno más murió. Patricia murió, y el dictador también. Ahora los dos son fallecidos. Pero ella dejó sembrada acá la esperanza de no borrar la memoria. Un trabajo intenso que nació de dolorosos momentos personales. Dejó la inquietud de quienes no sabíamos, la necesidad de reencontrar nuestra historia. Y eso no puede dar lo mismo.
Vaya mi humilde homenaje a ella por eso.

9 comentarios:

LiRio dijo...

Me sumo...
Al reconocimiento del enorme legado que nos deja...
y por supuesto la tarea de mantener viva la memoria.

Canal Preto dijo...

Yo supe anoche por la tele. Lo curioso es que ha pasado muy piola la noticia. Como que todavía nadie sabe.

Gonzalo Villar Bordones dijo...

estamos con la misma pena.

Anónimo dijo...

Murió una vocera del odio, que sembró odio y cosechó status de gran escritora.
Cuando se odia en el sentido "correcto", se obtienen frutos suculentos, al menos en esta vida.

L Mery dijo...

Cuando alguien se muere, casi siempre pienso en los que le sobreviven, aunque ni les conozca y, en ese sentido creo, que por sobre cualquier otra palabra, siempre viene bien desear que descansen en paz.. y que les lloren en paz.... y que les piensen en paz. Y pienso esto una y otra vez, sobre todo cuando leo o escucho comentarios que son justamente lo contrario.

Mueren las mujeres, mueren los hombres, mueren los niños... mueren en cualquier parte, a cada rato, por tantos motivos, porque a eso venimos al mundo... a pasar un rato y luego morirnos (para luego partir donde cada uno merezca... yo creo eso). ¿Porqué será que muriendo las personas, no puede tambien morirse esa palabra que me da tanto nervio y que me asusta cuando tantos la pronuncian con gusto? ¿Porqué será que la palabra odio no despierta sino odio?

Sinceramente no le conocí a ella, ni leí uno solo de sus libros, ni tuve interés, ni ganas. Sinceramente, su muerte me resulta un hecho y, reconozco, no me da especial pena. Lo que si me produce pena infinita es ver el comentario de Flor de Lis (que por cierto es un bello nombre) visitando siempre de ese modo. Flor, de verdad, los "frutos suculentos" también se obtienen de tantas otras formas, partiendo por sembrar sonrisas, abrazos, palabras cálidas y amistosas. Escribo esto con calma, en pausa y con buena intención y te explico el ánimo de mi tono para que no te confundas: venir a hablar de "la vocera del odio" a alguien que está contando que se siente afectada por la muerte de otro ser humano es, por decirlo suavemente, una falta de criterio y de respeto. Somos eso: seres humanos hechos a base de afectos, que tenemos sentimientos, corazones y, las flores, también los tienen. Seguro que los tienen.

 kotto dijo...

uuufffff...que triste, una lamentable perdida...

vitorio_parranda dijo...

"Patricia murió, y el dictador también. Ahora los dos son fallecidos. Pero ella dejó sembrada acá la esperanza de no borrar la memoria."

pero el otro dejó la herida no cicatrizable!!

creo que ambos ganaron en lo suyo...


un abrazo



nos leemos!!!

Anónimo dijo...

La herida no puede cicatrizar gracias a personas como Verdugo, quien hizo de su vida el echarle sal a la herida para evitar que se pacificaran los espiritus, sin reconocer jamás el grado de culpa de su sector político ante los acontecimientos que ellos mismos ayudaron a provocar.

Anónimo dijo...

Hablan de la "vocera del odio" desde el odio. Patricia ayudó a dilucidar el pasado reciente, saber de verdad qué pasó, a quiénes les pasó y cómo. Contó lo que ella vivió, solidarizando con muchos otros, que no pudieron contar nada. Su afán fue sobre todo saber y contar, no el lucro. Hubo otros que sembraron terror y robaron millones.
No puede haber perdón si no sabemos qué hay que perdonar.