miércoles, julio 06, 2005

La Entre-Vista


Ayer fui a Viña encontrarme con un nuevo entrevistado para mi tesis. Quedamos de juntarnos a las doce (mediodía) en el mítico "Samoiedo". Obviamente, la cita a la chilena, terminó siendo un cuarto para la una. Peramanecí todo el día con el entrevistado, incluso después del almuerzo y la generosa sobremesa, cuando ya las preguntas fundamentales se me habían acabado. Luego lo acompañé en algunos trámites y, obviamente como Santiagüina que no ve el mar sino dos o tres veces en el año, quise ir a ver el mar. Pensaba que iría sola. Pero él insistió en acompañarme. Entonces la entrevista se alargó hasta que finalmente tomé el bus a las siete de la tarde. Quedé exahusta. Realmente agotada. Y no sólo porque recorrimos gran parte de Viña caminando, sino también porque estuve prácticamente seis horas completas escuchando a mi entrevistado, poniendo atención qué cosa importante podía decir que me fuera útil.
Yo no soy periodista (aunque está claro que es reduccionista también decir que los periodistas lo único que hacen es entrevistar, o son los únicos que puedan hacerlo), no tengo tampoco formación de tal. Pero verdaderamente que quién subestima el arte de entrevistar no entiende nada del tema. No creo tampoco que mis preguntas sean malas y yo sea una pésima entrevistadora, ya que en las entrevistas que he hecho hasta el momento, he podido recopilar importantísimos datos, que no podría encontrarlos sólo escarbando en los archivos. Esto agregando que mis entrevistados han sido particularmente dadivosos con su testimonio, incluyendo personas que disponen de tan poco tiempo como el Papa para concederte una entrevista, que para ti constituye fuente vital e irremplazable de información.
Recuerdo que el año pasado también entrevisté a otra persona, con la cual estuve largas horas en un café de Santiago y luego, en su oficina. Fue muy generoso de su parte, siempre considerando que yo me presento ante ellos como una total desconocida, dispuesta a sacarles información. Se supone de buena fe, que no la utilizaré en contra de ellos.
Antes de comenzar este oficio de entrevistadora amateur, me preguntaba por qué algunos periodistas eran tan tacaños con las entrevistas. Por qué no pasaban horas y horas conversando con el entrevistado con el fin de reconstruir el pedazo de vida, de historia que tenían enfrente de su grabadora. Ahora puedo entender dos cosas. Que no hay cuerpo que aguante una entrevista de más de siete horas de manera contínua (es decir todos los días entrevistar a una persona más de dos horas, ya es agotador), y que por muy larga que sea la entrevista, no por eso vas a lograr sacar más cosas de tu entrevistado. Otra cosa son la sucesión de entrevistas para constituír por ejemplo una biografía.
Entrevistar es tan importante como hacer una buena teoría matemática o un poderoso edificio, nos permite comunicarnos más profundamente con los otros, ampliar el conocimiento del mundo, constituye una herramienta fundamental para el desarrollo de la empatía, etc... Cualquiera puede darse cuenta que no es lo mismo que encontrarse con una entrevista de un(a) periodista X que realiza preguntas llenas de lugares comunes, o con una entrevista de Faride Zerán que con las mismas dos páginas, arma un pedazo de la vida y la historia del entrevistado.
Tal vez consultaré a mis amigos psicólogos cómo hacen para escuchar tanta cosa y no quedar expuestos a las lágrimas del otro. O tal vez sólo lo aprenda con la práctica, a la vieja usanza de los viejos enstandartes de la entrevista. Se agradecen buenos consejos para no morir en el intento.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Super bien Shidi, buen post, yo tampoco soy periodisa -sino publicista- pero tienes un par de verdades aquí.

Cariños Shidi