
Yo no tengo hijos. Espero no tenerlos en hartos años más. No es que sea una mujer super ultra moderna que no se involucre en la maternidad o tenga un odio patológico contra las personitas pequeñas. Para nada, es sólo que no me considero en absoluto preparada (bueno, igual como que nunca se está preparado para ser madre y padre), principalmente por algo que les relato a continuación.
A un paso de haber dejado de ser niña, aprendí en el primer año de universidad, cómo se ha hecho y escrito la historia occidental desde perspectivas absolutas. La predominancia del blanco sobre el no-blanco, es decir el blancocentrismo; la preferencia del hombre por sobre la mujer, el androcentrismo; la preferencia de Apolo por sobre el dios Baco, lo que podría ser el apolíneocentrismo, es decir la predominancia de lo serio, lo recatado lo sobrio, por encima de lo risible, lo colorinche, lo carnavalesco. Y bueno, obviamente la predominancia de occidentalismo como paradigma epistemológico, por sobre el oriental, considerado metafísico. Por último está la predominancia del adulto, por sobre el(la) niño(a), el denominado adultocentrismo O sea... si eres hombre, blanco, occidental, apolíneo y adulto, todo bien. Pero ay de ti si te tocó ser mujer, con piel media oscura, étnica u oriental, buena pa' la fiesta y la risa y más encima menor de edad. Todo mal.
Bueno... resulta que curiosamente esta taxonomía la aprendí en la universidad, que critica toda esta suerte de histórica discriminación. Digo curiosamente primero porque la universidad no está disponible para los niños, y en mucho casos del mundo, tampoco para no-blancos e incluso para mujeres. Y en segundo lugar porque la gran mayoría de las carreras, sobre todo en esas que te enseñan a pensar, (como si hacerlo te diera una especie de lugar levítico por sobre el resto del mundo), vas adquiriendo pequeñas manías que van justo en contra de eso que tanto se critica. No es difícil escuchar en los pasillos de algún seminario "Y este niñito insolente que se cree" o "Cuándo va a madurar, comportarse, vestirse como se debe"
Tomo el caso del adultocentrismo... excepto que estudies pedagogía básica, párvulos, ed. diferencial o alguna carrera que culmine en la práctica con niños (aunque en muchos casos ni eso las salva), los niños van poco a poco a transformándose en un margen cada vez más ajeno. A lo más aparecen como víctimas de guerras, avances neoliberales despiadados y otras aberraciones de la especie. Pero eso sigue siendo una posición cómoda.
Yo hago este post de crítica al adultocentrismo como forma de expiar mis culpas; esto es claramente un mea culpa, porque me he sorprendido en ideas tan fascistoides como querer que realizen vuelos o viajes en bus, o que construyan departamentos exclusivamente para familias con niños. Qué vergüenza de verdad. Es más... en el mismo momento que escribo este post, mis vecinos juegan gritando, porque tuve la mala suerte que su club estuviera justo al lado de mi casa. Es como la canción de Serrat "Niño, deja ya de joder con la pelota... que eso no se hace, que eso no se dice, que eso no se toca...".
Yo cuando chica jugué hasta decir basta en el pasaje sin salida donde vivía. Grité hasta tarde en la noche, me di mil porrazos en la bicicleta, siempre fui de vacaciones en bus con mi mamá, desde los cero años, hasta por lo menos los diez. Y debí haber hinchado mucho, muchísimo sin duda a mis vecinos, a los huéspedes de hoteles, a los pasajeros de los bueses. Pero eso a mí se me olvidó. Y voy con mi ceño fruncido a retar a mis vecinos cada vez que sus tortas de barro quedan esparcidas en mi jardín, o a llamar la atención de los padres del niño que no me deja dormir en el bus. Me declaro absolutamente culpable de mi adultocentrismo. Porque el occidentalismo, apolíneocentrismo, el androcentrismo los siento lejanos, y por último cuando me sorprendo mirando feo a un morenito cumbianchero, termino bailando con él igual. Pero lo del adultocentrismo sigue siendo tema para mí. Para mí los niños siguen siendo postales de víctimas, siguen siendo una especie de linda mascota para mirar por un rato. Shidi a los 23 es casi una vieja de mierda. No he podido meterme en su mundo. En pensar en serio cómo sería una historiografía escrita por ellos. En acordarme, en serio, lo poco que me importaba cuando chica que me hicieran callar mis vecinos, o lo poco que me duraba el reto de mi mamá por salir a andar en bicicleta con el vestido nuevo.
La tarea, paradójicamente una vez más, no es menor.