viernes, diciembre 11, 2009

Años y Heridas

Un alumno no podía entender que la democracia en Chile se haya retomado el año 90. Como pensé que era un problema de idioma (y él no entendía español), se lo expliqué en francés. Pero el problema era otro. El problema era que para él la época de las catástrofes, como el Holocausto por ejemplo, donde deben haber sufrido varios parientes suyos, había terminado en 1945, con el fin de la guerra.
Otro alumno bien desafiante interrumpió el diálogo diciendo en su francés marcado por un acento africano: "Ahora también se cometen crímenes y falta de democracia". Pues claro que sí. Un gran porcentaje de los alumnos a los que les hago clases, tienen parientes refugiados (a veces ellos mismos lo son), han crecido en países con guerras civiles constantes, con militares en las calles, con violencia dentro de clanes que siguen (y desgraciadamente tal vez seguirán) en conflictos políticos, religiosos y por supuesto, económicos.
La última semana me ha impactado ver por medio de la prensa chilena, escuchar en los podcast, leer en los twitteos, dos noticias paradigmáticas. Primero, el funeral de Víctor Jara, luego de 36 años de su violento y cobarde asesinato. Dos días de homenajes, luego de una exhumación que destapa no sólo la tierra y el cemento, sino también la herida de un país que aún llora desaparecidos.
La segunda noticia es ver que AL FIN, un magistrado utiliza el término homicidio para el asesinato evidente de quien fuera presidente de Chile. Y no sólo eso. Sino que enterarme por el titular del Mercurio. 27 años después.
Yo tengo 27 años. Nací el año en que mataron a un presidente. Nací en un año, les expliqué a mis alumnos de Terminal Europea, en que las protestas contra la dictadura comenzaron a tomar fuerza. En un año donde la crisis económica no dejaba chance a un gobierno completamente ilegítimo. Entonces abrieron sus ojos, como signo de impresión. Dibujé en la línea de tiempo que hice en la pizarra, un corte en 1982: el año en que había nacido su profesora de español, la que tenían enfrente. La que creció en la dictadura chilena. Algo que les suena tan exótico, como a nosotros la guerra en el Congo.
Ese mismo año, el gobierno que mató a Víctor Jara, también asesinó a un presidente. Y recién hoy, diciembre de 2009, se admite que fue un homicidio.
Quien dice que 'se deben cerrar las heridas del pasado', primero debe acordarse que una herida sucia no puede cerrarse y sanar. Primero hay que limpiar. Aclarar. Admitir. Antes que las bacterias del silencio y la impunidad gangrenen la democracia que queremos mantener y enseñar a quienes nos siguen en el camino.