martes, octubre 16, 2012

La vida ¿Es corta? ¿Biofilia a todo precio?

Estuve mirando aleatoriamente algunos post de este blog.  Me parecieron tan naif algunos (me excuso por lo emo del comentario, pero cada cosa que escribo, todavía me sigue pareciendo naif).  Es que no ha pasado poco tiempo tampoco. Siete años carajo !
Y entonces me pongo a pensar por dónde diantres pasaron tantos años.  Y en las cosas que te dicen las personas añosas desde que tienes memoria "La vida es muy corta, hay que aprovecharla" "No te das ni cuenta y ya no tienes la salud para hacer todo lo que querías hacer".  Yo me estoy recién asomando a la treintena, así es que tampoco es que esté declarando mis últimas palabras (espero), pero tampoco creo que la vida sea taaaaan corta.  Últimamente me molesta tanto la conducta biófila de las sociedades occidentales.  En mi reciente viaje a Toronto por ejemplo, fumar es visto con un horror que sólo había visto en las películas gringas.  (Sin embargo, bien que se comen unos bacon fritos con huevo sin asco al desayuno).  La prohibición de fumar en cualquier parte (incluso terrazas), la enfermedad absoluta por la vida sana (y ojo que yo soy una persona que lleva una vida relativamente sana, como verduras y hago todos los intentos por hacer deporte), me resultan altamente sospechosas.
Asumo acá que mi ateísmo no favorece concesiones a la biofilia occidental.  No creo que la vida le pertenezca a ningún Dios en particular, ni que seamos herramienta de alguna religión para llevar a cabo una misión precisa.  Creo que la vida tiene que vivirse lo mejor posible, sí.  Obvio ! Y tampoco creo en las casualidades.  Creo en la bondad de las personas, y que todo, todito lo que haces, tiene una buena o mala consecuencia acá mismo, en la tierra que estamos pisando.
Dicho esto, atiendo la primera pregunta del título.  Por cierto que la respuesta de si la vida es corta, es muuuuy relativa.  Para una persona enferma, o que está sufriendo, la vida se puede hacer eterna, y por eso, como sucede en algunos casos, es bueno tener el poder de decidir terminarla antes por decisión propia (he ahí otro tabú de nuestras sociedades: no a la eutanasia, condena religiosa al suicidio, etc).  Por el contrario, para una persona que disfruta mucho, y que dice literalmente "amar la vida", ésta le puede parecer cortísima y digna de vivir minuto a minuto.
Normalmente para las personas, digámonos, jóvenes, falta mucho paño por cortar todavía.  Entonces la frase de "la vida es muy corta", no es más que una repetición verbal para justificar actos que no tenemos ganas de justificar: "Para que darle vueltas, la vida es muy corta".  Y muchas veces, es una opción bastante sana.

Como no pretendo ser un blog de autoayuda ni psicomagia a la ligera, creo fervientemente que la vida se hace corta para quien no hizo lo que quería, o -en su defecto- no quiso lo que hacía en su momento.  Para quien tomó decisiones pensando demasiado en otros, en convenciones, para quien razonó demasiado y no puso atención a su guata.  O también para quien usó demasiado la guata, y olvidó que hay que pensar un poquito a veces.  Todo esto, acompañado también de quién no miró suficientemente a su alrededor para gozar de las personas que ama y amó, de los amigos, de los lugares, de la familia, de los amores.
Supongo que nadie quiere llegar a viejo y decir "se me fue la vida y nunca hice lo que quería".  Hasta me resulta difícil imaginar que alguien pueda decir eso sinceramente.  Personalmente creo que hay una sola cosa que no me gustaría decir llegando a vieja (y que quede constancia en este viejo blog de aquello): "No quiero vivir más, ¿por qué no me dejan morir en paz?".  Porque, por el momento, estoy trabajando duro en descubrir todos los caminos que quiero y tengo por hacer.
Linda inocencia la de la juventud.  Salud por eso, já !

martes, octubre 09, 2012

Taxi


Después de un verano mirando la otra costa y sintiendo altas temperaturas desde la madrugada, ya volví a París.  La ciudad que elegí para vivir hace tres años que han pasado intensamente rápido.
De vuelta a temperaturas más bajas, a lluvias sin el escándalo maravilloso del trópico, al reencuentro con los amigos, con la ciudad, los museos, los cafés y claro... el estudio (a eso vinimos!), me he encontrado con una nueva sensación reafirmada.  Perdone usted lo autorreferente no? pero bueno, este es mi blog al fin y al cabo.
Esta sensación puede resumirse en la siguiente escena.  Está Usted en una simpática reunión de amigos, o en una fiesta bailando, y de pronto ya siente que se le acabó la batería, que quiere volver a su cama, tibia, con media luz, mientras se pone el pijama y se lava los dientes.  Entonces se despide, agradece le comida, el baile, la compañía y la conversación y se enriela a tomar un taxi.  Cuando se sube, puede conversar o no con el chofer, descubriendo un poco de su historia, o tal vez sólo mirando por la ventana la ciudad semi-vacía, brillante por los adoquines mojados. El taxi la trae a casa, y la escena antes descrita se desarrolla: el ritual antes de dormir, y cerrar los ojos agradecida.
Esa es la actitud, a todo nivel, que me está acomodando tanto ahora.
Ya no tengo ganas de buscar el noctilien (bus nocturno que circula por París), ni caminar horas sola o acompañada, capeando el frío.  Tampoco de un after-party que dure hasta el desayuno (o almuerzo) del día siguiente.  Por ahora no quiero demorarme más de lo que puedo demorar en un taxi a casa.  Lo de exprimir la noche lo he hecho bastante, y tal vez seguramente lo vuelva a hacer.  Por qué no.  Esto no se trata de un viejazo etáreo.  Se trata de la actitud.  De las ganas de no volver a tener frío innecesariamente.  De cuidarse el cuerpo, el tiempo, el sueño, el corazón.  De sentirse en territorio seguro.  En esta ciudad, que ya es mi hogar.