Un amigo me reclamó porque dice que lee mi blog y hace
siglos que no publico. Y es
cierto. Desde mi último post,
cuando llevaba poquito tiempo de regresada a Santiago de Chile, ciudad en la
que crecí y viví hasta que me fui a buscar rumbos nuevos a Europa por unos
años.

Mejor hablemos de películas. Con esto de los caceroleos ABC1 recordé ese diálogo de la
película noventera de Orlando Lübert “Taxi para Tres”, donde el personaje de Alejandro Trejo le dice a los
ladrones “¿Por qué no van a robarle a los que tienen? ¿Allá para arriba?” y
entonces aparece la imagen de Gómez-Rovira desde la ventana del
taxi, mirando hacia arriba los rascacielos de Sanhattan, camino a robar una casa de ricos chilenos. Les va pésimo. Porque son inexpertos. Pero han pasado los años y la profecía
de Lübert se cumplió. El flaite
chileno ya no sólo le roba a la vecina por angurriento de pasta base. Hay una casta de ladrones que se profesionalizó (no hablaremos de las boletas y la evasión tributaria aquí que da para otro post), y
se atrevió a cruzar el cerco eléctrico, la Plaza Italia hacia arriba –bien
arriba-, y el miedo de que el rico pudiera pillarlo. Porque ahora le da lo mismo. No tiene nada que perder. Nada que no haya vivido antes: cárcel, penurias, maltrato,
frío, oscuridad. Entretanto, el
barrio alto se llena de más rejas, y compra más cámaras HD, contrata más
guardias –que llegan en micro a barrios que apenas tienen veredas para que
caminen seres humanos-.

Esto no es nuevo.
Claro que no. Son imágenes
repetidas. Seguro uds. también
pensaron en las señoras de lentes reclamando por los “comunistas asquerosos” en
una secuencia de La Batalla de Chile
de Patricio Guzmán. O en la
re-creación de lo mismo en Machuca de
Andrés Wood.
¿Qué vamos a hacer? ¿Ir a tomar algo al café con piernas o
hacernos un arreglito físico de mala calidad, ambas imágenes que aparecen en La Buena Vida del mismo Andrés Wood? ¿Darnos
un balazo como alguno de los personajes de las películas de Larraín? Puede ser. O no. Es cosa de suerte o circunstancias.
Busquemos otra película menos terrible. Maite Alberdi ha llenado salas en todo
Chile emocionándonos con este grupo de veteranas de La Once, que han sobrellevado lo mejor posible y con una dignidad
maravillosa su vida y su vejez.
Les tocó vivir la época en la que las mujeres mejor que opinaran
poco. O nada mejor. Cuando las infidelidades matrimoniales
era mejor dejarlas pasar a favor de una vida estable y socialmente feliz. “¿Qué prefieres tú?” –le pregunta una
amiga a la otra- “¿Ser engañada, o quedar viuda?”. Resulta tan chistosa como pasmante la pregunta, y la
extrapolo a la sociedad en que estamos viviendo ahora: ¿Qué prefieren ustedes? ¿Seguir comprando y haciendo como si nada, o asesinar toda esa primera capa que
oculta la podredumbre de una sociedad de seres abusados, corrompidos,
desesperanzados?

Pensaba en una película para terminar. Pero no se me ocurre. Porque la idea es terminar con algo
esperanzador, y el chileno es pesimista por naturaleza (¡Cómo te extrañamos Raúl
Ruiz!). Tal vez esas películas nos
falta filmar. Películas que hablen de la esperanza. O que al menos se rían de todo esto. Que encuentren en la
misma tragedia, la solución para no ahogarse en medio de tanto smog, clasismo,
sectarismo, y todos los is(t)mos de esta removida y angosta faja de envidia.
Como la llamó Joaquín E. Bello hace como cien años atrás.