Anoche fue el esperado estreno de "Nostalgias de la Luz", última realización de Patricio Guzmán, película encargada de abrir el Festival Internacional de Documentales de Santiago.
Esta vez la inauguración se realizó en la sala de Matucana 100 en una proyección en 35 mm de la película. Es cierto que esta sala es más pequeña, y redujo muchísimo la cantidad de invitados, pero también es cierto que el salón Fresno de la PUC, no es propiamente una sala de cine y, si bien ampliaba la cantidad de ojos mirando, reducía de manera significativa la calidad de proyección y visualización de la película de apertura.
Recuerdo hace un poco más de un año, haber entrevistado a Pato Guzmán en Santiago a propósito de otros temas, y él venía llegando hace sólo un par de días de la finalización del rodaje de esta película. Todavía estaban en su casa en SCL todo el plan de rodaje e ideas sueltas pegadas en papeles en la pared del comedor. Le preguntamos de qué trataba, y nos contó algunas imágenes con las que me reencontré ayer: el desierto, las estrellas, el cosmos, los huesos, la arena, los testimonios, el dolor de la desaparición.
Patricio Guzmán tiene un caracter especial. Su manera de hablar, de expresarse parecen venir siempre de una profunda reflexión de lo que se dice y hace. Y esa vez no fue la excepción. Venía conmovido por la experiencia del desierto. Y eso es algo que cala hondo al viajar por su película.
No quiero contar mucho más, porque la idea es que la puedan ver. Yo me emocioné mucho. Y reconozco que no soy fan de Pato Guzmán. Encuentro cierta razón a un comentario que escuché a la salida de la proyección anoche: El cine de Pato Guzmán es paternalista. Y sí, lo es un poco. No deja mucho espacio para que el espectador busque su interpretación, sino que decide siempre intervenir con voz en off contando lo que sucede. Pero convengamos también que ese es, a estas alturas, el sello de Pato Guzmán. Puedo amortiguar el peso de tanta voz en off, primero, contando con que él hace sus películas pensando en una gran cantidad de espectadores: en quienes no saben ni dónde queda Chile, en quienes no hablan español, en quienes saben poco de la dictadura chilena, en quienes van al cine a buscar memoria, entre otros casos. Bajo ese punto de vista, el cine de Guzmán siempre será un cine necesario. Aunque resulte a veces incómodo estar escuchando su relato constante de las cosas (válido es decir que en esta película su relato se reduce bastante comparada a otras anteriores).
La fotografía de la película es un lujo, así como también el sonido y la calidad de la imagen. No es sólo un punto de vista muy particular el que se muestra (lisérgico según algunos, ya que mezcla estrellas, desierto, memoria, pasado, universo), sino también una experiencia estética preciosa que hace que mañana quieras salir corriendo al desierto. Un viaje-experiencia interesante de vivir.
Pero no sólo de Guzmán vive Fidocs (aunque este año hay una retrospectiva de él que es buena opción si no conoce su filmografía, o para reencontrarse con La Batalla de Chile, en sus tres partes proyectada en sala). Si se me permiten recomendaciones, yo no me pierdo La Danza , el Ballet de la Ópera de Paris, de Frederick Wiseman, ni tampoco me pierdo Irene, de Alain Cavallier, que también estuvo en la selección oficial del último Festival de Cannes.
Para los fanáticos del cine observacional, les recomiendo Nenette, la última película de Nicolas Philibert, que tuve la oportunidad de ver (junto a él!) en Paris. Debe ser la mejor representante del minimalismo estético y técnico característico de Philibert.
Le dejo aquí el link de la página oficial y este otro de un especial de la tercera (la programación carga mejor ahí), para que se entere de la programación, los lugares (este año se sumó el Museo de la Memoria, proyectando películas relativas a los DDHH) y todas las cosas que quiera saber de esta versión de FIDOCS. Le digo en serio, no se lo pierda. (Ojo que el abono sale sólo seis lucas).
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