domingo, noviembre 11, 2012

Nosotros los de Entonces... A propósito de las Elecciones Municipales 2012


   Conversando en cóctel ameno con gente chilena, salió el tema de las últimas elecciones edilicias.  Bonita paradoja, considerando que éramos puros chilenos con legítimo deseo de hacer mejorar nuestro país con nuestra experiencia y capacitación en el extranjero, y que no tenemos derecho a ejercer el voto.  En fin.  Mi punto ahora es otro.
  En Francia, país donde vivo actualmente, el porcentaje de abstención en las últimas elecciones cantonales 2011 rozó el 55%.  Obviamente en las elecciones presidenciales este porcentaje disminuyó (abstención cercana al 20%), porque las elecciones presidenciales convocan más gente, son más llamativas, y en el caso específico del año 2012, hubo muchos franceses que se levantaron con gusto para castigar o no a Sarkozy por su mandato.
  Considerando que ambos países poseen ciertas similitudes culturales (nuestro sistema político y cultural-institucional ha tenido históricamente influencias francesas), no hay que ser experto para saber que Chile es un país que tiene un camino largo hacia el desarrollo económico, político y cultural todavía, no necesariamente para “alcanzar” a un país del primer mundo, sino (y tal vez aún mejor), para encontrar aquel camino propio, abierto a otras experiencias positivas, que históricamente las naciones latinoamericanas han deseado.  Desde Simón Bolívar, a nuestros días.
   Pero bueno, volvamos al tema de las últimas elecciones comunales en Chile.  La expectación era amplia.  Basada principalmente en tres puntos: Primero, corroborar ciertamente cuán conectado están los electores con las fuerzas políticas presentes en el juego (gobierno-concertación-independientes), más aún después de las movilizaciones sociales del año 2011.  Segundo, intentar analizar el nuevo padrón electoral, surgido de la nueva ley que hizo el voto voluntario y la inscripción automática (contraria a la antigua que obligaba a votar para siempre –salvo excepción de excusa formal-, si decidías inscribirte después de cumplida tu mayoría de edad a los 18 años).  Y, por último, estas elecciones resultaban interesantes, porque hubo acotados experimentos, como el sucedido en Providencia, en que mediante primarias no partidistas, se eligió un candidato común, con el fin de derrotar a un contrincante varias veces reelegido anteriormente, vinculado históricamente a la imagen de la dictadura militar.
   El porcentaje de abstención en las últimas elecciones edilicias en Chile, fue aproximadamente de un 60%.  No muy lejano al 55% recién citado de las elecciones cantonales francesas (el porcentaje de las municipales 2008 fue un tanto menor), donde la inscripción es automática, el voto voluntario, se puede votar desde el extranjero, o por “procuración”, es decir, dar un poder a alguien para que vote por ti.  Todos quienes estábamos pendientes de las elecciones, el porcentaje de abstención nos apretó un poco el estómago.  Personalmente me acordé de la reciente abolición de las clases de educación cívica de los colegios (los conceptos de “excepción constitucional” o “moción de ley”, los aprendí en la secundaria), de la falta de voluntad para hacer aquel día el transporte gratuito, de los chilenos que no podemos votar en el extranjero.  Pero, y adentrándose aún más en el análisis, no menor resultó la siguiente conclusión que leí también en varios tuits o reflexiones en redes sociales.  Se sabe que en un sistema de voto voluntario, quienes más votan, son la gente que ha tenido más acceso a educación.  Por tanto, se esperaba, que fuera la gente con más dinero del país, normalmente con tendencias a la derecha política, quienes acudieran a las urnas.  Pero las cifras no fueron tan lógicas.  La derecha perdió bastiones importantes, no sólo Providencia y Santiago, sino también otras comunas donde las encuestas daban por ganador a su sector (encuestas: otro sector desacreditado en estas elecciones).  ¿Qué pasó entonces?    ¿Resulta que quienes se levantaron a votar ese domingo no son los más educados? ¿O es que finalmente sobre-estimamos a nuestra derecha, pensando que está mucho más educada de lo que pensamos?
   ¿Por qué la derecha no logró hacer que sus votantes se levantaran a votar? ¿Qué habría pasado si el transporte público hubiera sido gratuito? (moción que la misma derecha desestimó por encontrarlo un gasto excesivo).  ¿Tal vez la derecha no conoce tan bien a su electorado, y resulta que con micro gratis, sí se habrían levantado a votar?  ¿O es que finalmente las razones son también ideológicas, y la derecha, cuyo gobierno ostenta el 30% de aprobación, no tuvo la capacidad suficiente, ni con jingles creativos, ni con empapelamiento de sonrisas blanqueadas, de arrastrar a su electorado?

   Otras preguntas quedan también en el aire.  Es que el voto, tanto en estas elecciones, como en otras en Chile y en el mundo, ¿se está transformando más en un castigo, que en una aprobación?  Históricamente sabemos que cualquier coalición política bien articulada, con un sentido de oposición claro, tiene altas probabilidades de ganar una elección.  Ese fue el caso del plebiscito de 1988, y de la derrota de Cristián Labbé en Providencia. 

   Nuestra sociedad chilena se ha ido transformando, y los cambios son evidentes.  Nuevas generaciones han cursado estudios superiores, nuestro problema mayor ya no es el hambre, ni el analfabetismo, sino la superación de la pobreza y la mejora de la calidad de vida de las personas.  Aquello no está en discusión.  La sociedad chilena está más educada, y esas personas, no necesariamente son de lo que tradicionalmente se ha conocido como la elite nacional.  Son hijos de padres y madres trabajadores esforzados, que mediante sangre, sudor y endeudamiento, han puesto la esperanza en que la educación es la mejor herencia que pueden dejarle a la nueva generación.  Y esas familias de “clase media” (palabra que tanto le ha gustado acuñar a la derecha los últimos años), no están dispuestas a ceder un paso más.  Porque les dijeron que educando a sus hijos saldrían de la pobreza.  Y esos hijos endeudados ahora quieren encontrar un trabajo, un espacio, y una participación en la vida diaria y en las decisiones de su país.  Por eso padres, hijos y abuelos de lado y lado salieron a las calles a marchar el año 2011.  Y una sonrisa sin logo de partido, o un par de promesas de reelección, ya no les bastan para levantarse en la mañana o para marcar su voto como lo han hecho siempre.  Ya sea porque la coalición que les representaba, ahora les resulta ajena, porque salga quien salga “tendrá que seguir trabajando igual como siempre”, o porque simplemente, (materialismo histórico mediante), ese domingo no tenían dinero para trasladarse y entrar a la urna a votar.

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