Conocí a Buika
hace unos diez años gracias a la canción “Jodida pero contenta” (Buika
Collection, 2009) que posteó una amiga, entonces estudiante de Flamenco, en
alguna red social. Creo que escuché esa
canción unas mil veces. Por esos mismos
años, cuando vivía en París, realizó un concierto en la capital. Lamentablemente, sin saber de esto, había
comprado ya una entrada para ver a Jack Johnson, lo que ya era demasiado para
un presupuesto estudiantil como el mío. Mi
amiga mexicana que asistió a ese concierto, volvió extasiada, diciendo que
había sido una experiencia inolvidable.
Desde entonces y, en realidad, desde que la escuché por primera vez, que
quería verla en vivo.
Todo este largo
preámbulo es para decir que el concierto que realizó anoche esta artista valió
completamente la pena la espera. Con un
remodelado y completo Teatro Oriente, Buika se presentó con su banda de cuatro
músicos (trombón/piano, guitarra, bajo y cajón), llenando el escenario con su
voz, su desplante, el talento de la banda, sus historias y el humor que la
caracteriza. Las dos horas de concierto,
al calor de las palmas, los coreos y las improvisaciones, se convirtieron en
una experiencia magnífica y en la negación del público a dejar que se fuera, (esto
a pesar de las manifiestas ganas su maestro de cajón por retirarse).
El paso de Buika
por Santiago reafirma lo que ella misma, entre risa y canto, expresó con
claridad: no importa tu origen geográfico, ni el idioma que hables, ni la
religión que te albergue. Los sentimientos humanos son compartidos a lo largo y
ancho del planeta, y en eso la música, es una clave universal. Tanto mejor aún si se realiza con esta
honestidad, calidad y talento.
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