Celebrando mi retorno a SCL fuimos con mis amigas a bailar. Amo bailar, y me encanta bailar por horas hasta que cierre el lugar. No me canso. Sólo si me ahogo por el cigarro soy capaz de detenerme. Por cierto eso es algo que no extrañaba de Chile, y que amé de Paris. Fumadores puertas afuera, como debiera ser para no terminar con tu ropa podrida a humo de cigarro.
Bueno, como decía, me encanta bailar. Y tengo mis lugares favoritos para hacerlo (sigo pensando que en Santiago no hay muchos buenos lugares para bailar).
Prácticamente nunca acepto bailar con hombres deconocidos. No es por mala onda. Ni por soberbia. Ni tampoco de macabea. Es sólo para evitarme justo lo que me pasó anoche (de hecho aún estando soltera sin compromiso he aceptado bailar con un desconocido)
Situación: grupo de mujeres juntas bailando. Hombres se acercan y se reparten las amigas. Si una dice que no, no se puede. Pero como ando calma por la vida dije, bueno, qué tanto, si es bailar no más. Siete segundos después el hombre preguntando cómo me llamo. Y yo que tengo un nombre difícil (digamos, no me llamo ni Claudia, ni Carolina), qué lata. Inventar un nombre. Nueve segundos después "y qué hacís?". La pregunta típicamente chilena y latera, si consideramos que el contexto es una pista de baile con los decibeles superando el límite de lo recomendable. "y cuántos años tenís?". Ya qué lata. ¿Cómo le cuento que fui a bailar? ¿Que no me interesa ni cómo se llama, ni qué hace, ni cuántos años tiene, ni qué pretende hacer de la vida? Yo quería BAILAR.
Y entonces de pronto no sólo me vi acosada por las preguntas, sino también por el espacio, con los pies topando el guardapolvos de la pared, y ya ni siquiera teniendo espacio para bailar. Algo se dio cuenta el hombre y fingió que le llamaba su amigo por celular. "Voy a ver qué le pasa a mi amigo". Lo miré de reojo y dándome media vuelta sentí el alivio. El invento de la llamada no hizo más que corroborar mi teoría: cuando voy a bailar es sólo para eso. Cuando he querido buscar otro tipo de contacto, claramente los busco en otra parte (de preferencia donde se pueda ver y escuchar mejor).
Sí, soy una enchapada a la antigua. A mucha honra.
Bueno, como decía, me encanta bailar. Y tengo mis lugares favoritos para hacerlo (sigo pensando que en Santiago no hay muchos buenos lugares para bailar).
Prácticamente nunca acepto bailar con hombres deconocidos. No es por mala onda. Ni por soberbia. Ni tampoco de macabea. Es sólo para evitarme justo lo que me pasó anoche (de hecho aún estando soltera sin compromiso he aceptado bailar con un desconocido)
Situación: grupo de mujeres juntas bailando. Hombres se acercan y se reparten las amigas. Si una dice que no, no se puede. Pero como ando calma por la vida dije, bueno, qué tanto, si es bailar no más. Siete segundos después el hombre preguntando cómo me llamo. Y yo que tengo un nombre difícil (digamos, no me llamo ni Claudia, ni Carolina), qué lata. Inventar un nombre. Nueve segundos después "y qué hacís?". La pregunta típicamente chilena y latera, si consideramos que el contexto es una pista de baile con los decibeles superando el límite de lo recomendable. "y cuántos años tenís?". Ya qué lata. ¿Cómo le cuento que fui a bailar? ¿Que no me interesa ni cómo se llama, ni qué hace, ni cuántos años tiene, ni qué pretende hacer de la vida? Yo quería BAILAR.
Y entonces de pronto no sólo me vi acosada por las preguntas, sino también por el espacio, con los pies topando el guardapolvos de la pared, y ya ni siquiera teniendo espacio para bailar. Algo se dio cuenta el hombre y fingió que le llamaba su amigo por celular. "Voy a ver qué le pasa a mi amigo". Lo miré de reojo y dándome media vuelta sentí el alivio. El invento de la llamada no hizo más que corroborar mi teoría: cuando voy a bailar es sólo para eso. Cuando he querido buscar otro tipo de contacto, claramente los busco en otra parte (de preferencia donde se pueda ver y escuchar mejor).
Sí, soy una enchapada a la antigua. A mucha honra.
1 comentario:
...querís bailar?
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